sábado, 3 de julio de 2010

DON GIL DE OTO Y EL BICENTENARIO

Mi esposa, que es una persona muy inteligente (no estoy siendo irónico; lo es y de verdad), las raras veces en las que discutimos suele decirme: “no empieces con tu filosofía”. Y claro, es que su inteligencia es de índole pragmática, no especulativa como la mia. Por suerte. De lo contrario ya estaríamos viviendo entre ruinas e iluminados por velas donadas por algún vecino caritativo. Pero en algo se equivoca, y es que la filosofía, es la cosa más práctica del mundo. Y esto parece una paradoja pero no lo es; nuestra visión de la realidad determina lo que valoramos y cómo actuamos. Y si no fíjense en el caso de España.
España “descubre” América, como todos saben, en 1492, poco después (y como consecuencia de) la caída de Constantinopla, que los historiadores suelen señalar como el fin de la Edad Media y comienzo de la Moderna. Es una época de grandes cambios en el mundo occidental. Los artistas y los filósofos redescubren la naturaleza. La actitud de recogimiento espiritual del Medioevo da lugar a un sentimiento progresivamente profano. Los hombres quieren entender; no quieren dogmas, quieren razones. Y no sólo quieren entender, también quieren dominar el mundo. Empieza a gestarse ese vasto movimiento cultural, científico, y artístico que llamamos Modernismo, que es el contexto en el que va a surgir ese otro vasto movimiento social, económico y político que llamamos Capitalismo.
Ahora bien, el Modernismo tiene dos motores que lo impulsan: la razón y el dinero. España, con la conquista de América, redondea un buen imperio y tendrá abundantemente uno de los dos: el dinero. Pero nunca va a lograr transformarse culturalmente, es decir: filosóficamente. Debido a lo cual no logra entrar en la modernidad. Muchos recordarán los versos de la letrilla satírica Poderoso caballero es don Dinero, de Francisco de Quevedo:

"Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero"


O sea, España traía el dinero de las Indias pero, al no haber hecho el cambio cultural, no había desarrollado ni las ciencias, ni la banca, ni la industria, con lo cual ese dinero terminaba migrando a las mucho más dinámicas repúblicas italianas. La banca moderna nació en las ciudades italianas del Renacimiento (la palabra misma es itálica) y del mismo origen es la ciencia moderna, fundada por Galileo. Claro, después la Iglesia, con mucha perspicacia, se dio cuenta cabalmente del impacto que el nuevo movimiento podía llegar a tener para su poder y, en fin, ya conocemos la historia. Y el eje de la modernidad se trasladó a otras latitudes más propicias, Inglaterra por ejemplo.
Lateralidad: hoy parece ser de buen tono criticar a Ernesto Sábato. Hay sin embargo un libro suyo en el que explica este proceso brillantemente. El libro se llama Hombres y engranajes, y es además muy grato de leer. Lo recomiendo calurosamente.
Volvamos. España se queda entonces fuera de la modernidad capitalista por razones sobre todo culturales, filosóficas digamos (¡pucha que había sido cosa práctica la filosofía!) e inicia un lento e implacable proceso de decadencia. “Desde 1580 cuanto en España acontece es decadencia y desintegración” dice Ortega y Gasset en España invertebrada. Y el naciente Imperio Británico la va a hostilizar sistemáticamente hasta hacerle perder a la larga su imperio y todo su poderío.
No todo es tan lineal en la historia y, con la llegada de los Borbones al trono, España hace un intento de asimilarse a la modernidad. Durante el reinado de Carlos III, su ministro el Conde de Aranda tiene “la feliz idea de constituir una especie de “commonwealth” hispánico, abriendo tres tronos americanos con príncipes españoles, idea retomada en 1803 por Godoy y esfumada entre tantos proyectos grandiosos de todos los tiempos pasados al archivo” (Salvador Ferla, Historia Argentina con drama y con humor – recomiendo fervorosamente la lectura de este libro delicioso y aleccionador). Pero la cosa no era nada fácil. Para volver a citar a Ferla, España tenía que “mantener a toda costa el dominio del Atlántico, intentar su propio desarrollo económico, vigorizar su comercio interno, crear una filosofía adecuada de la cosmovisión católica y planificar la cohesión nacional mediante una deliberada integración de las colonias con la metrópoli y de las clases sociales entre sí” (las negritas son mias). No lo va a lograr. Con la llegada de Fernando VII al trono (un cretino, como lo califica Ferla) Godoy cae en desgracia y España se derrumba definitivamente.
Ahora que acabamos de celebrar el Bicentenario es interesante repensar en todo este proceso que acabo de reseñar con gruesas pinceladas, ya que explica por qué en 1810 nuestros patriotas querían huir de todo lo hispánico como del mismísimo demonio. España era para ellos el atraso, el mundo que moría. Mientras que Inglaterra era el mundo nuevo, el de la modernidad. ¿Puede sorprender entonces que los hombres de mayo se sintieran atraidos por Inglaterra y repelidos por España? Esto explica claramente cómo pudo ocurrir que San Martín, capitán del ejército español y condecorado en Bailén, volviese a su América natal para unirse a la causa independentista. ¿Qué pudo haber habido alguna injerencia de la Masonería allí? Sin duda, pero la Masonería era parte de lo mismo; era parte de la cosmovisión moderna, parte de la nueva filosofía.
¿Qué tiene que ver a todo esto el pobre Gil de Oto de quien ya me ocupé en la entrada anterior? Resulta que en un libro llamado ¡Viva España! “don Manuel deviene una suerte de virrey Cisneros redivivo, y, decepcionado ante la ausencia de un síndrome de culpa, no puede explicarse qué demencial razón llevó a la Argentina a independizarse de España” (Fernando Sorrentino, El forajido sentimental). Trancribo los versos que don Gil escribe en el mencionado libro:

“Este pueblo insensato,
debe justificar el arrebato
que le alzó contra ti, y hoy, madre mía,
este retoño ingrato,
completa su primera felonía
y ofende complacido tu memoria
porque al negarte, afirma su civismo,
callando tu valer, funda su Historia,
y odiarte es su virtud de patriotismo”


¿Cómo se lo iba a explicar si él mismo fue un símbolo perfecto de esa España que, al decir de Abelardo Castillo, entraba en el siglo XX a contrapelo del mundo?
Sorrentino termina su artículo con estas palabras: “Siendo España y los españoles un país y un pueblo por los que los argentinos sentimos tanto afecto y con los que compartimos una importante zona de la cultura, ¡qué extraños suenan hoy estos resentimientos y estas quejas...! Si ahora los traigo de nuevo a la luz, no es para avivar imposibles rencores, sino como mera curiosidad particular que corresponde a un preciso período de nuestra historia”. Lo comparto en buena parte, pero creo que además de ser una curiosidad, y más allá de lo risible del personaje, los versos de don Gil abren reflexiones importantes para entender el proceso histórico de España, del cual la Revolución de Mayo fue parte. O sea: entender el origen mismo de nuestro país. Nada menos que esto. Es lo que he intentado hacer en este modesto artículo; mis improbables lectores juzgarán con qué suerte.

6 comentarios:

  1. Brillante línea de pensamiento, aunque yo creo que en la sociedad virreinal ya se escondía el peligroso germen de la corruptela político/económica, y que ese y no otro fue el motor de la tan mentada y loada Revolución de Mayo - y la posterior guerra de independencia.

    ResponderEliminar
  2. Agradezco el comentario. Pero no estoy de acuerdo. Sin duda había corrupción en el gobierno y en la sociedad virreinales pero no fue ésa la causa de la Revolución. Ni ahí.

    ResponderEliminar
  3. Un gran porcentaje de familias vivían del comercio, y la forma de la administración virreinal no les convenía. Tampoco convenía a Inglaterra la cuestión monopólica, y con eso en mente "manijeó" el ansia de libertad, disfrazando de filosofía "moderna" sus intereses económicos. Eso es lo que anónimo cree...

    ResponderEliminar
  4. muy bueno tu articulo...muy didactico y agradable su lectura...me gusto el enfoque y creo que hay mucho de cierto en toda esa cuestion...pero tengo mis serias dudas respecto de los verdaderos motivos que impulsaron los hechos de mayo...me inclino mas por la opinion de mi mujer...siempre mal pensada...sea lo que fuere creo que en estos 200 años se fueron repitiendo ciclos que nos colocan hoy en una situacion en la que cualquier festejo sale sobrando..

    ResponderEliminar
  5. muy bueno tu articulo...muy didactico y agradable su lectura...me gusto el enfoque y creo que hay mucho de cierto en toda esa cuestion...pero tengo mis serias dudas respecto de los verdaderos motivos que impulsaron los hechos de mayo...me inclino mas por la opinion de mi mujer...siempre mal pensada...sea lo que fuere creo que en estos 200 años se fueron repitiendo ciclos que nos colocan hoy en una situacion en la que cualquier festejo sale sobrando..edu adell abrazo...seguire...

    ResponderEliminar
  6. Agradezco los comentarios... Sin duda los intereses comerciales británicos, y los de sus aliados locales, jugaron un rol esencial. Eso es bien sabido. Pero, ¿por qué España no pudo neutralizarlos? El proyecto de Aranda que menciono en la nota habría dado aire, no sólo a los comerciantes sino a las industrias locales. Tal vez habría pasado lo que pasó con Inglaterra y los EEUU donde las antiguas colonias sobrepasaron a la vieja metrópolis. Pero España estaba trabada en sus posibilidades de progreso por no haber podido asimilarse a la Modernidad. Y sigo creyendo que eso en buena parte fue un tema cultural.

    ResponderEliminar