Algún improbable lector de este blog, si es que ha leído las entradas (mias y ajenas) acerca del “modelo”, podría llegar a razonar así: este señor criticó al modelo, ergo es anti-kirchnerista. José Pablo Feinmann ha apoyado al kirchnerismo. Conclusión: este señor criticará impiadosamente a JPF.
Y bien, no. El hipotético lector se equivocaría más que yo en el Prode del Mundial. Ante todo porque yo no soy anti-kirchnerista. Ni kirchnerista. Sólo trato de ejercer, dentro de lo que mis limitadas luces lo permiten, la relegada virtud del pensamiento libre. Nada más.
Pero hay una razón mucho más fundamental. Y es que a mi me importan un bledo las opiniones políticas de los escritores. En el panteón de mis héroes literarios conviven el conservador Borges, el peronista Marechal, y el comunista Cortázar entre muchos otros. La única condición que exijo para ingresar a ese modesto panteón es esa cualidad que no sé definir muy bien, y a la que el único nombre que sé darle es “escribir bien”. Y JPF escribe bien, muy bien. Condenadamente bien escribe. Y voy a arriesgar acá una hipótesis propia: creo que una prosa, como la suya, que fluye sin ripios, con el ritmo justo, sin “chirriar” por ningún lado, tiene algo que trasciende lo estético, o lo meramente retórico. Esa prosa revela con precisión la forma verdadera de lo que pretende expresar y eso es lo que le da su belleza. Es nada menos que la belleza de la verdad.
Toda la obra de JPF (toda su vida iba a escribir) es una reflexión sobre el mundo y, en particular, sobre este malhadado pedazo del mundo en el que nos ha tocado vivir. JPF es filósofo siempre, pero su pensamiento, riquísimo y provocador, está disperso en sus ensayos, en sus novelas, en sus artículos y hasta en sus guiones cinematográficos. Es entonces un escritor al que habría que leer completo, de punta a punta. Pero no me resigno a no mencionar y recomendar algunas de sus obras.
El primer libro suyo que leí fue La sangre derramada, un estudio sobre la violencia política. No se trata sólo de un libro muy bueno; se trata de un libro fundamental. Cualquiera que desee reflexionar sobre este tema, en especial sobre la violencia política en la Argentina, debe leer este libro. Una de sus partes se lee como una apasionante novela que muestra cómo la violencia atraviesa toda nuestra historia, desde el fusilamiento de Liniers hasta el asesinato de Urquiza. Y concluye con la inquietante tesis de que “la modernización argentina fue profundamente antidemocrática. Por tal motivo fue profundamente violenta”.
Es significativo que el tema de la violencia política reaparezca años después en una de sus novelas, Timote, que narra los hechos del secuestro y el asesinato de Aramburu. Y ya estaba antes en una notable pieza teatral, Cuestiones con Ernesto Che Guevara. Es una muestra de la unidad de la obra ensayística y de ficción de JPF.
Hay otro de sus ensayos que me es particularmente entrañable. Se trata de La filosofía y el barro de la historia, que leí en su forma original de fascículos, bellamente ilustrados por Rep, y que conservo cuidadosamente encarpetados con la esperanza de que el tiempo no sea impiadoso con ellos. El deslumbramiento que esta obra me produjo fue de aquellos que pocas veces se dan en la vida. Me reveló que la filosofía, al menos desde Descartes hasta hoy, está metida de lleno en el barro y la sangre, en las pasiones, las grandezas, las angustias y las mezquindades de los seres humanos. Es una obra extensa y apasionante aunque no fácil, ya que en la opinión (correctísima) de JPF, la filosofía no puede ser divulgada; siempre requiere un esfuerzo por parte del lector.
Salteándome muchísimas obras capitales paso ahora a sus novelas. En primer lugar a la trilogía de novelas “filosóficas” formada por La astucia de la razón, La crítica de las armas y La sombra de Heidegger. En la primera de ellas, tal vez la que más me gusta de todas, cuatro jóvenes estudiantes entre los cuales se encuentra Ernesto Epstein, alter ego del autor, discuten una noche en la playa acerca del sentido último de la filosofía. La discusión recrea con maestría el clima espiritual de los años 60, ese clima formado por marxismo, luchas anticolonialistas, resistencia peronista y revolución social a la vuelta de la esquina. Pero en capítulos alternados la acción se traslada a 1977, con Pablo Epstein ahora acechado doblemente por la muerte: la de las bandas asesinas del Proceso y la del cáncer de testículo que, en palabras de su analista lacaniano, Epstein “hace” en esos años, (las sesiones con el analista lacaniano, narradas en clave humorística, son sencillamente desopilantes). El efecto de la superposición de las dos historias es demoledor, y muestra, en un plano personal y general a la vez, el derrumbre de las ilusiones de cambiar el mundo y también de encontrarle un sentido a la historia. La escritura es por momentos exasperante; es el lenguaje del maníaco obsesivo en el que Epstein se ha convertido. En la época de la supuesta muerte del sujeto, el sujeto Epstein está omnipresente dentro de la novela.
Con La sombra de Heidegger el lector hace una experiencia notable: cree estar leyendo una novela interesantísima y atrapante. Al terminar se da cuenta que ha cursado además una notable introducción al pensamiento del filósofo más importante del siglo XX.
JPF ha escrito también varias excelentes novelas policiales, algunas de pura bizarrerie como Los crímenes de Van Gogh o El cadáver imposible, ambas muy divertidas. Pero querría detenerme en sus dos policiales negros: Últimos días de la víctima, de la que existe una notable versión cinematográfica dirigida por Aristarain, y mi favorita: Ni el tiro del final, que me atrevo a calificar como una de las mejores novelas de su género que he leído (aclaro que estoy familiarizado con Chandler, Hammett, Sciascia y otros). Los derrotados antihéroes de esta novela son dos de los jóvenes filósofos de La astucia de la razón, sólo que muchos años después, otra muestra de la profunda unidad de toda la obra de JPF. Es la que suelo recomendar a los lectores menos avezados, que invariablemente me agradecen el consejo después de leerla.
Alguna vez ideé una metáfora, no muy bien lograda, que dice que un libro es una máquina de pensar. Quería decir que un libro tiene valor si nos ayuda a pensar ideas nuevas, o a ver las cosas desde una perspectiva diferente. Si esto es así, los libros de JPF han cumplido sobradamente el objetivo, al menos para mi.
Tengo por lo tanto una enorme deuda de gratitud con José Pablo. Me gustaría poder cerrar este artículo diciendo que espero poder pagársela algún día. Pero eso no sería realista. Sé que nunca voy a devolverle lo que sus libros me dieron. Ni a él ni a ningún otro de mis escritores amados. Entonces voy a ser totalmente franco: espero que José Pablo siga incrementando la deuda con nuevos libros que me sigan enriqueciendo y brindando tanto placer como los anteriores. Los espero ansiosamente.
Recien he descubierto la serie de filosofia aqui y ahora de JPF y es fantastica, estoy desempolvando mis viejos libros de filosofia del bachillerato releyendo a eric fromm y a Savater entre otros, lastima que no he visto libros de JPF aca en Bogota, perdona el atrevimiento pero sabes donde se pueden encontrar asi sean frangemtos de los mismos en pdf especimente de la astucia de la razon?
ResponderEliminar