jueves, 22 de julio de 2010

PUÑETAZOS EN LA MESA

La semana pasada recibí el número de junio del periódico barrial La Gran Aldea, de Villa Urquiza, barrio en el que vivo. Este número trae un recuadro en el que se nos informa que “Se fundó el peronismo K en la Comuna 12”. Cuando uno lo lee se entera de que hubo un acto de inauguración de esta corriente político-barrial al que asistieron el secretario de cultura Jorge Coscia y el legislador Juan Cabandié, y que en dicho acto, un militante de la agrupación La Cámpora al que la noticia identifica sólo como Pablo declaró lo siguiente: “Tenemos que seguir saliendo a la calle, discutir, entender que cada uno de nosotros somos responsables de la parte que nos toca en el proyecto nacional, hay que discutir en el taxi, en el subte, en la cola del supermercado, y si en algún lugar alguien critica a Néstor o a Cristina, golpeamos la mesa y gritamos ¡viva Cristina carajo!”.
No sé como escribir esta nota sin caer en la chicana fácil, pero es que la noticia en cuestión deja la pelota, por así decirlo, picando frente a la raya. El primer comentario obvio sería que llamar “La Cámpora” a una agrupación peronista es casi casi como llamar “La De La Rúa” a otra radical. Es poco menos que inverosímil que una agrupación lleve el nombre de aquel efímero presidente que, tras apenas cuarenta días de desastrosa gestión, fue obligado a renunciar (debería haber escrito echado a patadas en el culo, pero no sé… este blog se me ha ido recatando poco a poco), obligado a renunciar, decía, por el mismísimo General Perón, y cuyo único “mérito” fue dejarle cancha libre a la izquierda peronista. Por debilidad ya que es casi seguro que no tenía ni la más mínima afinidad política con ella.
La segunda chicana muy obvia sería recordar quien fue el que pegó (al grito de “¡Aquí mando yo carajo!”), el puñetazo en la mesa más famoso de nuestra historia. No sé si muchos lo saben: fue el General Uriburu tras derrocar a don Hipólito Irigoyen, inaugurando así la nefasta era de los golpes militares en nuestro país y dando inicio a la llamada Década Infame. ¿La completo recordando también que el entonces Capitán Perón jugó un rol muy activo en ese golpe?
Pero dejemos esto. Y preguntémonos en cambio, ¿es un puñetazo en la mesa un argumento válido? Mi respuesta es decididamente no; es más bien exactamente lo contrario: algo que sirve para impedir que un argumento se oiga. Para terminar una discusión de golpe, y no sólo metafóricamente.
Un puñetazo en la mesa puede llegar a ser necesario en ocasiones. Pero se trata de un recurso extremo. El mencionado Pablo parece proponerlo por el contrario como un método dialéctico habitual. Me parece muy peligroso. Lo es sin duda para quien intenta exponer su argumento crítico, ya que alguien cuyas ideas se despachan con un puñetazo en la mesa suele convertirse en alguien a quien se termina despachando con un puñetazo en la cara. Pero lo es también para el propio gobierno al que se pretende defender.
La lógica detrás del puñetazo en la mesa es la misma que divide al mundo en amigos o enemigos. Me imagino que si uno le pregunta a Pablo por qué propone ese método de “debate”, respondería algo así como: “¿Y que querés? Este país está lleno de hijos de puta. No los podés dejar hablar”.
Concedo lo primero pero con una pequeña corrección: como dice Fito Páez, el mundo está lleno de hijos de puta. Parece ser una consecuencia de cierta fruta comida en el Jardín de Edén. Pero, vamos, hay que matizar un poco. Junto a esa mala gente hay muchos otros, que no son ni golpistas, ni destituyentes, que critican para construir. Y lo hacen precisamente porque creen que mucho de lo que este gobierno ha hecho merece ser conservado e incluso profundizado, pero a la vez debe ser corregido. Ver al respecto en este mismo blog la nota del 26/06 llamada Más comentarios de EduA. Esa nota, al igual que las que escribí sobre El modelo -que es simplemente otro nombre para lo que Pablo denomina proyecto nacional- no están escritas con mala leche sino con el legítimo deseo de ayudar proponiendo cambios.
Yo no soy nadie, es verdad. No hablo de mi. Pero, tipos como Rodolfo Terragno (por poner un solo ejemplo), ¿no merecen acaso ser escuchados, aun cuando sean críticos? No, lo dije mal: especialmente porque son críticos. A esos no solo se los puede dejar hablar: se los debe dejar hablar porque prestan un servicio precioso al propio gobierno al que critican.
Los puñetazos en la mesa, al igual que cualquier otra técnica para obligar a callar, son un signo de debilidad, no de fortaleza. En un sistema político sano las personas que exponen críticas fundadas son como las alarmas; sirven para alertar sobre desviaciones o fallas. De modo que hay que tener cuidado con los puñetazos en la mesa, no vaya a ser cosa que terminen finalmente tapando el sonido de la alarma del avión en el que todos venimos mal que mal intentando despegar.

2 comentarios:

  1. Lo leí caaasi todo!
    Pero igual me quedo con los primeros párrafos, y por favor, si hay que discutir, no se olviden de mi.. soy buenísimo discutiendo!!!!

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  2. Que discutas me parece muy bien. De la discusión (entendida como confrontación de diferentes puntos de vista) sale la única verdad a la que tenemos acceso en las cuestiones humanas. Lo que espero es que no discutas con los puños (ni otros elementos contundentes) sino con la RAZÓN.

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