En El informe de Brodie, de Jorge Luis Borges, hay un cuento muy notable llamado El indigno. Este cuento, como lo han puesto de manifiesto Ricardo Piglia y Fernando Sorrentino, tiene evidentes paralelismos con un episodio de El juguete rabioso, de Roberto Arlt. Como además uno de los personajes del cuento se llama Alt, parece evidente que Borges quiso homenajear en este relato al otro gran escritor.
No es sin embargo de esto de lo que quiero hablar sino de otro detalle del cuento borgeano. En él se dice que el protagonista principal del cuento, el librero Santiago Fischbein, “estaba compilando… una copiosa antología de la obra de Baruch Spinoza, aligerada de todo ese aparato euclidiano que traba la lectura y que da a la fantástica teoría un rigor ilusorio”. Siempre me gustó mucho esa idea, la de armar un libro más legible recombinando fragmentos de distintas obras de un escritor.
Es fácil entonces imaginar mi emoción cuando, hace pocos días, descubrí que el libro imaginado por Borges existe de verdad. Ignoro si Borges lo conocía. Se trata de una antología de Spinoza compilada por Joseph Ratner, organizada en torno a tres grandes ejes temáticos que constituyen las tres partes en las que se divide el libro: Dios, el hombre y el bienestar humano. El libro está disponible (sólo en inglés) en forma gratuita en el sitio del proyecto Gutenberg (www.gutenberg.org)
El placer que me ha deparado la lectura de este libro es inmenso. Es imposible leer la prosa clara y serena de Spinoza sin quedarse con la sensación de que fue uno de los más grandes hombres que han existido. “Spinoza es el más grande de todos los filósofos modernos, pues ha sido él, el primero en considerar el cuerpo y el espíritu, no como dos cosas separadas, sino como una sola cosa” escribió Albert Einstein. No es casual que un libro reciente del gran neurocientífico Antonio Damasio se llame En busca de Spinoza.
No puedo dejar de reconocer que buena parte del placer que la lectura de Spinoza me ha proporcionado proviene del hecho de que mis propias especulaciones hayan discurrido por los mismos caminos que los del filósofo holandés (si bien, como es natural, las mias fueron considerablemente más modestas). Hoy en día no entiendo como no llegué antes a la conclusión, que es una las piedras angulares del sistema spinoziano, de que Dios es idéntico a la Naturaleza. Hoy en día estoy firmemente convencido de su verdad; si no llegué antes, supongo, fue porque la idea choca con las enseñanzas de la tradición judeo-cristiana en las que me formé desde la infancia.
Ratner justifica su trabajo de antólogo con las siguientes palabras: “El lector lego está interesado mayormente, si no totalmente, en captar el punto de vista de una filosofía. No en detalles altamente meticulosos, y menos aun en verificar la consistencia del autor consigo mismo... Omitiendo muchas demostraciones y casi todas las referencias cruzadas; agrupando secciones interrelacionadas de la Etica con selecciones de las Cartas y de la Reforma del entendimiento, el texto se ha vuelto más continuo. Es probablemente la única vez en la que desmembrar un tratado realmente le dio mayor unidad”. Los lectores legos no podemos menos que sentirnos muy agradecidos.
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