Tuve una época en la que Sábato fue mi escritor favorito. Fue, más o menos, entre mis 19 y mis 23 años. Mi cultura literaria era muy incompleta y la filosófica lo era aun más. Ambas lo siguen siendo.
Pero no fue un amor a primera vista lo mio con Sábato. El primer texto suyo que cayó en mis manos cuando estaba todavía en el secundario –el Informe sobre ciegos– no me gustó ni medio. La prosa límpida de los cuentos de Borges y de Cortázar definía por aquellos años mi ortodoxia literaria, y el barroquismo obscuro de Sábato me pareció insufrible. Algo parecido me sucedió poco después con El túnel. Volví a leer esta novela años más tarde y me gustó bastante más, sobre todo a la luz del pensamiento de Sábato que para ese entonces ya conocía a través de sus ensayos. Siguió a pesar de todo sin estar entre mis favoritas.
¿Cómo fue entonces que me hice sabatiano? Fue más que nada por esos ensayos que mencioné antes. El primero fue Uno y el universo, y este libro sí que me fascinó. Hablaba sobre tantos temas que yo ni sospechaba… algo llamado entropía, que tenía la propiedad de aumentar siempre en un sistema cerrado (¡y el universo lo era!), el Principio de Incertidumbre, geodésicas y tensores, epistemología. Sobre este último tema citaba mucho a Sir Arthur Eddington; tanto que, años después, descubrí que uno de los párrafos que más me gustaban del libro de Sábato está tomado literalmente del segundo capítulo de The Philosophy of Physical Science del filósofo inglés. (1)
Una fascinación aun mayor me produjo Hombre y engranajes. Por primera vez la historia tenía un sentido, esa historia que recorría un arco que iba del despertar humanista y naturalista del Renacimiento, a la deshumanización y el maquinismo del capitalismo y el comunismo soviético. Muchos años más tarde me sorprendió la similitud de las ideas de este libro con las de Adorno y Horkheimer en Dialéctica del Iluminismo, sólo que el libro de Sábato es de lectura mucho más grata. No creo que Sábato conociese esta obra cuando escribió su ensayo. Creo más bien que, al igual que los dos filósofos frankfurtianos, Sábato “se salió” de Marx a través de Heidegger, conservando lo suficiente del primero como para que su pensamiento final resultase una mezcla de ambos. De ahí el parecido.
Sigo creyendo que Hombres y engranajes es un buen libro, aunque hoy me siento muy lejos de él. Por ejemplo: el ensayo presupone una vinculación necesaria entre capitalismo, ciencia y técnica. Si bien es verdad que la ciencia y la tecnología modernas llegaron de la mano del capitalismo, son cosas diferentes, y es perfectamente concebible que existan en una sociedad con otro régimen de propiedad de los medios de producción. El ensayo de Sábato diagnostica un mal pero no propone ninguna solución, y no explica en particular cómo podrían vivir miles de millones de personas sobre la Tierra sin tecnología. El irracionalismo sabatiano, en fin, lo lleva a sugerir una suerte de “salvación por el arte”, pero sin explicar nunca cómo operaría esa salvación para la gente común.
Yendo a sus novelas, Sobre héroes y tumbas me impresionó mucho en su momento. Como dice Juan Martini, “a la novela no le faltaba casi nada: una pasión incestuosa y gótica, una geografía porteña, una relectura del asesinato del unitario Juan Lavalle y un Informe sobre ciegos que advertía sobre el carácter demoníaco de una secta”. Todo esto hizo que muchos la leyéramos con apasionamiento, sin prestarle atención a sus defectos obvios. El más notorio: lo poco creíble de sus personajes. A veces hablan como profesores de Puan (" También Faulkner leyó a Joyce y a Huxley, a Dostoievsky y a Proust. ¿Qué, quieren una originalidad total y absoluta? No existe. En el arte ni en nada. Todo se construye sobre lo anterior."). En un reportaje en el que se refiere a la novela de Sábato en términos bastante elogiosos, Fogwill señala acertadamente su carácter de “tributaria de una literatura semifolletinesca que es bastante argentina… Esos diálogos solamente tienen espacio allí. Los personajes hablan redactando". En el mismo reportaje, Fogwill observa que los personajes de clase alta de Sábato hablan como las señoras de Barrio Norte imaginadas por Landrú (los de clase obrera están tan mal logrados –tan malogrados– que hasta yo me di cuenta cuando la leí por primera vez). (2)
Sobre héroes… es de 1961. La mayor parte de los críticos afirma que Sábato no escribió nada valioso a partir de esa fecha. Respecto de sus ensayos estoy bastante de acuerdo. Es discutible en cambio si es justo incluir en ese juicio a su última novela, Abaddón el exterminador. Hay que reconocer que muchos han opinado muy mal sobre ella (Martini la califica de "mamotreto insostenible"). Incluso se ha dicho que se trata en realidad de un conjunto de borradores que la esposa de Sábato compaginó como pudo, pero que no estaban todavía listos para publicar. Puede ser, y de hecho eso es lo que parecen. Hay en esa novela, sin embargo, muchas páginas memorables: por ejemplo, aquellas en las que Palito describe la muerte del Che, las terribles de las torturas en la Penitenciería, la que comienza diciendo “Una especie de inmortalidad del alma”. (3)
Sobre su contradictoria vida política no voy a hablar acá, primero porque no quiero que esta nota se convierta en un mamotreto insostenible, pero fundamentalmente porque escribo acá sobre mi relación con Sábato y, lo confieso, ese aspecto de su obra y de su vida jamás me interesó, ni siquiera cuando escribió el famoso (y hoy discutido) prólogo al Nunca más.
En síntesis, después de haberlo puesto en un injustificable pedestal, y frente a tantas despiadadas críticas igualmente injustificadas que hoy se le hacen, mi balance es que Sábato fue simplemente un escritor que escribió un par de buenos ensayos y de buenas novelas, que disfrutó de su momento de gloria cuando publicó Sobre héroes… y que dijo casi todo lo que tenía para decir en la primera mitad de su larga vida. Lo suficiente, en suma, para asegurarle una posteridad módica. Es más de lo que tendrá la mayor parte de quienes hoy lo fustigan.
Notas
(1) Creo que fui injusto con Uno y el universo. El libro está escrito con un humor ácido que después Sábato lamentablemente abandonó. Hay análisis muy agudos sobre el cuento La muerte y la brújula, de Borges, y sobre la novela La invención de Morel, de Bioy Casares. Hay un artículo llamado "Porvenir de la ignorancia", muy bien argumentado aunque discutible, que anticipa las ideas que muchos años después popularizó el periodista científico John Horgan en El fin de la ciencia, un libro también muy polémico.
(2) Me parece que también fui poco equilibrado con Sobre héroes... Se trata de una gran novela, sin dudas. Algunas de sus partes son realmente memorables; el Informe sobre ciegos, por ejemplo, o la historia de la muerte de Lavalle. En mi opinión el personaje mejor trabajado es Bruno, una especie de alter ego del autor, cuyas reflexiones toman un lugar central en la cuarta y última parte de la novela y son realmente muy interesante. Una de las opiniones más justas sobre esta novela la dio Abelardo Castillo, que la consideró "una novela infernal, a veces intratable", pero a la vez "uno de los grandes momentos de nuestra literatura".
(3a) Algunos críticos han elogiado el ensayo Heterodoxia, anterior de todos modos a Sobre héroes... ya que es de 1953. Mi modesta opinión es que ese ensayo no agrega nada nuevo a lo que Sábato ya había dicho en sus dos ensayos anteriores.
(3b) En Abbaddón... hay una escena en la que Sábato es invitado por un grupo de universitarios a discutir sobre marxismo. El grupo, liderado por un tal Araujo, lo invita sólo con la intención de provocarlo. Esta escena revela muy claramente un aspecto de la personalidad de Sábato a la que no me referí antes: su narcisismo. La verdad es que, en los 70s, los jóvenes universitarios que militaban en los grupos marxistas o en la JP ignoraban a Sábato por completo. La discusión incurre en lo que en lógica se suele llamar straw-man argument, o sea, discutir contra un espantapájaros. Esto consiste en hacer una caricatura de los argumentos del rival y, demoliéndola, pretender que se refutó al rival. La discusión de la novela muestra en verdad que Sábato no tenía ni idea de cómo eran los debates dentro del marxismo en esa década. Y diría más: yo sospecho que la formación filosófica de Sábato quedó congelada en el existencialismo de los 40s; ignoró al estructuralismo, a la hermenéutica, al giro lingüístico y, en general, a todos los movimientos filosóficos relevantes de la segunda mitad del siglo XX.
Una muestra más de esto último la da el siguiente hecho: en una publicación de Ediciones Culturales Argentinas dedicada a su obra (1973), afirma que la lógica y la matemática son idénticas, ya que se basan en los mismos principios. Cualquier estudiante de lógica matemática podría haberle replicado que el logicismo era una "flor agónica" (para usar la pintoresca expresión de Tomás Moro Simpson, y lo fue ya a partir de la década del 30, después de que Gödel demostrara sus famosos teoremas.